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jueves, 5 de abril de 2018

El socialismo y la unidad proletaria


En el tablado de la política española ha adquirido relieve de primer plano el hecho —intento hasta ahora— de la unidad sindical proletaria. Aun que a simple vista parezca que el movimiento arranca del 16 de Febrero, y que fue iniciado por el ala izquierda— Largo Caballero, Alvarez del Vayo, Araquistán y otros —del partido socialista español, no es así efectivamente. Este intento de unificación fue iniciado en su raíz por el partido Comunista, y cuanto se haga y cuanto ocurra a este respecto es al partido Comunista —a la Tercera Internacianal para mejor decir— a quien se debe.

El socialismo español ha sido cauto en el asunto, y hasta, si se quiere, aprovechado, por cuanto no ha hecho, no todo el partido, sino la izquierda del partido —otra cosa que recoger la inspiración de los dirigentes comunistas.

El intento de unificación proletaria —que no vamos a enjuiciar en este artículo—, es la causa primordial del «mar de fondo» que se advierte en las altas esferas del socialismo español. En realidad todos los socialistas participan de la idea de la unidad sindical y de clase, pero como el hecho no podrá tener efectividad si no es practicando una propaganda neta y abiertamente revolucionaria, que preconice el movimiento revolucionario de tipo violento para apoderarse del Poder e implantar la dictadura del proletariado, de ahí las divergencias que se observan. Los socialistas moderados —Prieto, González Peña, Besteiro, etcétera— no consideran oportuno el momento politicoeconómico actual para llevar a la práctica no ya el movimiento revolucionario, sino ni siquiera la propaganda del mismo. La propaganda pudiera representar una especie de compromiso de los cuadros dirigentes con la masa proletaria que habrían de llevar fatalmente al hecho violento, bien con el ascenso de los dirigentes, o siendo éstos desbordados 
por la masa. De todas formas es peligroso, a juzgar por la opinión del «centrismo» socialista, que no es otra cosa que el ala derecha del marxismo.

Las circunstancias provocadas por el intento de unificación proletaria en España son casi idénticas a las surgidas en Norteamérica. Allí también ha sido intentada la unificación por el «Socialist Party», que conduce Norman Thomas, que viene a ser algo así como Largo Caballero en nuestro país. Norman Thomas ha intentado en cuantos sitios ha sido posible, la unidad de socialistas, comunistas y demás organizaciones de izquierda. Este hecho ha provocado la oposición de los elementos «derechistas» del «Socialist Party»—los Besteiro, los Prieto y los González Peña de la América del Norte.

Las razones que aducen los «centristas» españoles no están del todo mal fundamentadas. La clase trabajadora no está en situación de asumir por completo la responsabilidad del Poder. Es un hecho evidente, y por lo mismo no debe encauzarse de modo violento una revolución —que desde luego triunfaría— sin tener una preparación previa para asumir los mandos. Esto pudiera originar que la revolución triunfante se desacreditara y hasta que se hicieran dueños de la situación los «avisados» que suele haber en todas las ocasiones.

El grupo izquierdista del socialismo español, de otra parte, lleva a cabo una táctica en el fondo perjudicial para la clase trabajadora y hasta para la misma unificación que preconiza. Entre la prensa socialista—«Claridad» y «El Socialista»—se está librando una batalla despidada que pone en tela de juicio la formalidad, la moral y hasta la buena fe de unos y otros. Luego, esa actitud del «izquierdismo» marxista no parece concordar con la que adoptan las masas y los dirigentes socialistas en la lucha de clase. Mientras que en el órgano del izquierdismo socialista español se declara que la unificación es un hecho y que la lucha de clase se hace coordinadamente a satisfacción de todos, en las pizarras de los Sindicatos únicos —C.N.T.— se anuncian emplazamientos para demostrar «traiciones» a los dirigentes ugetistas.

El hecho de ser el socialismo —la derecha o la izquierda— el que haya tomado a su cargo la dirección del movimiento unificador proletario, debiera ser garantía en el elemento trabajador, pero no es así. La unificación es un principio revolucionario, y en ese orden el socialismo no purificado del todo en el Jordán de Asturias, no tiene toda la simpatía de los trabajadores.

El Heraldo Segoviano, 12 de julio de 1936, Año II Nº53

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