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sábado, 2 de febrero de 2013

Georges Bernanos (1888-1948)

Escritor francés, afincado en Mallorca y declarado católico, en un principio se identifica con los alzados pero, al conocer las matanzas que cometen en la isla, denuncia su actuación y la de la Iglesia, a la que acusa de encubridora


"La cifra (de muertos) que les voy a dar me ha sido facilitada por el jefe de la represión de Palma. A principios de marzo de 1937, después de siete meses de Guerra Civil, se podían contabilizar tres mil asesinatos (...)". Así describe Bernanos la situación de la isla de Mallorca al comenzar la Guerra. Pensaba el bando nacional que la llegada de Georges Bernanos a España al inicio de la contienda vendría a engrosar la lista de escritores católicos franceses que, al estilo de Paul Claudel, glorificarían las ansias de los rebeldes en su "cruzada" contra "el mal", pero se equivocaron.

Georges Bernanos, nacido en París en 1888, es para algunos un hombre polémico y para otros un cristiano muy particular. Desde luego, como periodista y escritor, no ahorra críticas para con casi ninguna familia ideológica. Definido por alguno de sus biógrafos como de derechas -término que rechaza a lo largo de toda su vida-; católico exaltado y monárquico, los textos que este estudiante de Derecho y luego agente de seguros por necesidad económica escribe en Palma de Mallorca en 1937 sirven para denunciar la "purga" de "sospechosos" por parte de los franquistas y el papel de la Iglesia española -y especialmente del obispo de la capital balear- como encubridora de los crímenes. Los grandes cementerios bajo la luna, el libro en el que se relata todo ello, es un golpe directo desde dentro a los cruzados.

Aunque en un primer momento el francés se ve seducido por el levantamiento de Franco, pronto cambia de opinión. "A decir verdad, mis ilusiones puestas en la tarea del general no duraron mucho, algunas semanas. (...) Si hace falta decirlo, recibí a los primeros aviones italianos sin disgusto".

Las caravanas de la muerte, el convencimiento de que "la población mallorquína" era, en el fondo, "indiferente a la política" y el servilismo de la Iglesia con la "misión" de los rebeldes convirtieron España, a los ojos de Bernanos, en un "país infeliz" librado a la suerte de "esta especie de demonio".

Bernanos se instala con su mujer y con sus seis hijos en Palma de Mallorca buscando una vida más económica que en Francia. "Me refugié en una isla porque el precio de la carne y las patatas son todavía abordables". Por aquel entonces era ya un escritor reputado en su país (en 1926 había escrito Bajo el sol de satán, llevada al cine 60 años más tarde, y La Impostura, 1928) y un encendido columnista en el diario Le Figaro. Desde este periódico lanza una dura crítica a otro escritor católico francés, Francois Mauriac, quien también denunciará el levantamiento franquista. Ya en España, uno de sus vástagos, Yves, se une a Falange, anécdota que incluirá en Los grandes cementerios bajo la luna para demostrar que el posicionamiento político de los mallorquines no es en sí mismo un desencadenante del conflicto en la isla: "Mi hijo ha recorrido durante un año las reuniones de propaganda (de Falange) sin que él o sus camaradas intercambiasen con sus adversarios nada más grave que puñetazos".

La insumisión de Bernanos para con causas que, en un primer momento, le podían haber parecido más o menos justas, es una constante en toda su vida. Mientras todavía cursaba estudios de Derecho y Letras, se une al movimiento de Charles Maurras, Action Française, una agrupación nacionalista antirrepublicana y antiparlamentaria, de la que sería expulsado, entre otros motivos, tras la publicación en 1930 de El gran miedo de los bien pensantes, una crítica de los extravíos de la Iglesia y del "aburguesamiento" de Action Française. Sus compañeros de armas no llegan a comprender nunca su escepticismo frente a la extrema derecha ni su denuncia a los crímenes franquistas durante la Guerra Civil. Bernanos es capaz de apoyar el antisemitismo de la Francia que vivió el caso Dreyfus y criticar ferozmente las atrocidades del racismo nazi.

La constante lucha de Bernanos contra la hipocresía y los crímenes que están teniendo lugar en la Europa de Hitler y Mussolinni le sirve también para ganarse la amistad y el respeto de escritores, como Albert Camus y políticos ideológicamente comprometidos con la izquierda.

Simone Weil, que luchó al lado de los republicanos, desencantada con el cariz que estaba tomando el conflicto, le escribe en una carta: "Tú eres monárquico, discípulo de Drumont... ¿qué me importa? Estás mucho más cerca que mis camaradas de las milicias de Aragón, camaradas que, sin embargo, yo amaba".

Bernanos deja Palma de Mallorca en la primavera de 1937, y rehace, a su llegada a Francia, el manuscrito del libro, que se extravió en la isla. Los tres años que el escritor pasa en España cuentan entre los más prolíficos de su trayectoria literaria. Además de Los grandes cementerios, Bernanos concluirá en la capital balear alguna de sus novelas más célebres. M. Ouine, Un mal sueño y especialmente la reconocida Diario de un cura rural con la que obtiene, en 1936, el Grand Prix du Román, se cuentan entre sus páginas de mayor éxito.

Tras un breve periodo en Francia, Bernanos se marcha a América Latina. Se instala primero en Paraguay y más tarde en Brasil, haciendo realidad un viaje con el que soñó toda su infancia. Cuentan sus biógrafos que la mirada del escritor impresionaba a todo el que se lo encontraba por primera vez. En ella estaba la huella del niño que nunca dejó de ser, del niño con el que se comprometió toda su vida, del niño para el que, según sus propias palabras "necesitaba escribir".

Hasta tal punto era importante la infancia en las obras de Bernanos que, en una de ellas, con el objetivo de lanzar el peor reproche a las dictaduras modernas, el escritor exclamará ofendido: "Habéis mandado a los pueblos al colegio". En una de las muchas reflexiones que sobre este tema emitirá en su obra sobre los crímenes del franquismo en Palma, llega a decir: "¿Qué importa mi vida? Sólo pretendo ser fiel al niño que fui".

En 1940 toma partido por el general De Gaulle, aunque la Francia liberada no le provoca ningún entusiasmo. Su desilusión con el rumbo político y moral de su país queda reflejado en Franceses, si supierais, un ensayo que escribió en Túnez.

Bernanos muere en Neuilly-sur-Seine en 1948 después de rechazar cuatro veces la medalla de la Legión de Honor y la propuesta como miembro de la Academia Francesa. Hasta el último momento defendió a ultranza su religión. "Ni demócrata, ni republicano, ni de izquierdas, ni de derechas, ¿qué soy acaso? -escribe en Los grandes cementerios bajo la luna- soy cristiano". Y sobre el franquismo termina diciendo: "Puede ser que un día, el autor de la futura Historia de la Iglesia utilice estas modestas páginas para (...) probar que no toda la opinión católica estaba con estas gentes".

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