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miércoles, 26 de diciembre de 2012

Luis Jiménez de Asúa (1889-1970)

Considerado como uno de los penalistas españoles con mayor proyección internacional, este catedrático de Derecho preside la Comisión encargada de redactar la Constitución de 1931 y el Código Penal al año siguiente

En uno de los entrepisos de la facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid, se encuentra la biblioteca de Criminología: un lugar pequeño, oscuro y cargado de historia. Tras el cristal de una de sus vitrinas, un buen montón de libros amarillos, originales de ediciones antiguas del profesor Luis Jiménez de Asúa. Junto a ella, un escritorio traído desde Buenos Aires, tras la muerte del jurista en 1970. Volvió su escritorio pero no el intelectual, que durante años soñó, como tantos otros exiliados, con regresar a España. En este lugar, donde a primera vista no se descubren ventanas y no hay sitio para el ruido, descansa la obra de un profesor al que las circunstancias de su tiempo empujaron irremediablemente a la política y le convirtieron en un protagonista más de una etapa de nuestra Historia.

Aunque Jiménez de Asúa (Madrid, 1889) no hubiera necesitado una guerra para formar parte de esta historia. Su obra jurídica le hubiera situado en ella de todas las maneras, ya que, para muchos, Jiménez de Asúa es el fundador de la primera escuela de Criminología española y uno de los penalistas hispanos más relevantes de la época contemporánea.

Su formación académica es brillante. Tras iniciar sus estudios en Madrid, pasa por las principales escuelas penales de Europa, como el Kriminalisches Institut de Berlín, donde realiza el doctorado. En 1918, obtiene la cátedra de Derecho Penal de la Universidad Central de Madrid.

Pero Jiménez de Asúa se ha caracterizado siempre por ser un hombre de principios, y durante la dictadura de Primo de Rivera es relegado de su puesto en más de una ocasión por sus ideas controvertidas en temas como la eutanasia, el voto femenino o la pena de muerte.

En abril de 1926 es desterrado a las islas Chafarinas, para, dos años después, ser suspendido de nuevo de su empleo. Finalmente, renuncia a su cargo como catedrático en 1929 por creer que "es incompatible con la serena función de catedrático el régimen de violencia que el Gobierno inicia contra los centros de enseñanza".

A pesar de su temprana inclinación hacia el socialismo, Luis Jiménez de Asúa no ingresa en el PSOE hasta la proclamación de la República -el 14 de abril de 1931-. Es entonces cuando se convierte en miembro del Parlamento y entra a formar parte de la Comisión encargada de redactar la Constitución, ocupando la Presidencia. Será quien presente el texto ante las Cortes el 27 de agosto de 1931.


Durante este tiempo compagina su actividad de jurista con la de político. Es nombrado director del Instituto de Estudios Penales, cargo que desempeña al mismo tiempo que participa en la redacción del Código Penal en 1932. Mantiene su escaño como diputado tras ser reelegido en 1933 y 1936, año en el que ocupa el cargo de vicepresidente en el Congreso de los Diputados.

La creciente violencia que inunda España en los primeros meses de 1936 le toca muy de cerca. El 12 de marzo, se convierte en blanco de FE de las JONS, y sufre un atentado del que sale ileso pero en el que su escolta pierde la vida. La respuesta popular no se hace esperar: se queman dos iglesias, muere un guardia, un bombero y se destruye la sede del diario La Nación.

Cuando meses después estalla la Guerra, Jiménez de Asúa defiende la República desde el derecho y la diplomacia. Por ello, su labor durante el conflicto la desarrolla lejos de las trincheras.

Primero en Francia, donde la República trata de que el Gobierno galo le proporcione armas y aviones. La situación política en el país vecino es complicada y su presidente, Léon Blum, se encuentra con fuertes resistencias, tanto a nivel político como popular. Las negociaciones son difíciles y en ellas participa, entre otros, Jiménez de Asúa, que el 24 de julio llega a reunirse con el presidente francés.

Después marcha a Checoslovaquia. Allí los delegados de la República Luis García y Gaspar Sanz y Tovar se han unido a los sublevados, dejando sin representación a España en este país. El elegido para ocupar el puesto es Jiménez de Asúa, que el 21 de agosto de 1936 llega a la capital checa como Encargado de Negocios, puesto que ocupa sólo hasta septiembre, cuando es designado representante diplomático en Praga. Su función, entre otras, es buscar apoyo oficial y material bélico para el bando republicano. Así dirige la que será la última compra de armas de la República a un país europeo, a excepción de la Unión Soviética.

Sus primeros meses en Checoslovaquia son muy productivos. Asúa crea el Servicio de Información de la República en Praga que cubre una área importante que va de Alemania a Yugoslavia. Además, cuenta con el apoyo del socialismo y del comunismo checo, muy concienciados con la causa republicana española, y del propio presidente del país, Eduard Benés.

Pero el fascismo en Europa avanza de la misma forma que lo hacen las tropas nacionales en España. En octubre de 1937, el Gobierno de Praga expresa su deseo de entablar relaciones comerciales con la España nacional al vislumbrar que este bando se perfila como ganador. Esta situación supone un duro revés para el Gobierno republicano, ya que Checoslovaquia ha sido uno de sus principales proveedores de armas, a pesar de su adhesión al Comité de No Intervención.

Los esfuerzos de Jiménez de Asúa para evitar que se normalicen las relaciones del bando nacional con Praga, tanto de tipo comercial como diplomático, son inútiles. En enero de 1938 se inician las conversaciones que culminan el 31 de marzo, cuando se reanudan las relaciones con la España franquista, que arrancan el compromiso gubernamental de terminar con la venta de material de guerra a los republicanos que venía haciéndose desde un principio.

En septiembre de 1938, tras la ocupación de los Sudetes, se produce el nombramiento de un nuevo Gobierno pro alemán en Checoslovaquia, que debilita aún más la posición de Jiménez de Asúa en el ambiente diplomático del país, lo que le obliga a abandonarlo. Su nuevo destino es la Sociedad de Naciones, donde ocupa el cargo de Delegado Permanente hasta el fin del conflicto.

Finalizada la Guerra, Jiménez de Asúa toma el camino del exilio. En agosto de 1939 llega a Buenos Aires donde retoma su actividad académica en la Universidad de La Plata. Pese a ello, nunca llega a desligarse de la política, convirtiéndose en miembro activo de los gobiernos republicanos en el exilio. En 1962, tras la muerte de Martínez Barrio, asume la presidencia de la República española en el exilio. Jiménez de Asúa, que ocupa el cargo hasta su muerte en 1970, apuesta por la oposición interna, tanto política como sindical. Lejos por tanto quedaron ya las esperanzas de volver a Madrid, ciudad que según sus palabras, "era la más bonita del mundo".

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