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sábado, 29 de diciembre de 2012

José Monasterio Ituarte (1882-1952)

Como jefe de la División de Caballería del Ejército nacional protagoniza en Teruel un considerable éxito, y tras la Guerra forma parte del grupo de generales que piden a Franco el regreso de la Monarquía

La Batalla del Alfambra, disputada en vísperas de la recuperación de Teruel por parte de los nacionales, tiene como protagonista a la 1ª División de Caballería, y por extensión a su jefe, el general mallorquín José Monasterio Ituarte.

El Ejército nacional salido de la sublevación de julio de 1936, formado por varios tipos de divisiones, cuenta tan sólo con dos de Caballería. Lo cierto es que en tiempos de consolidación de la guerra mecanizada, el arma de caballería tiende a desaparecer o aparece relegada a funciones auxiliares. Pero la guerra de circunstancias que es la española brinda a la caballería una última oportunidad de demostrar sus cualidades. En ese sentido, la Batalla del Alfambra ha sido tradicionalmente considerada la última carga de Caballería de la historia desarrollada con éxito en Europa, y José Monasterio su principal artífice.

Monasterio, nacido en Mallorca en 1882, dedica toda su vida a la carrera militar, alcanzando el grado de coronel del arma de Caballería. Durante la Segunda República desempeña el cargo de ayudante del ministro de la Guerra durante el mandato del líder de la CEDA, José María Gil Robles, entre mayo y diciembre de 1935.

En el momento de producirse la sublevación, Monasterio se encuentra destinado en Zaragoza, plaza dependiente de la V División Orgánica encabezada por el general Miguel Cabanellas, adherido al alzamiento. El propio Monasterio participa en el movimiento insurreccional.

Ascendido por Franco a general de brigada como número uno de su escala en enero de 1937, Monasterio se hace cargo de la 1ª División de Caballería, creada al comienzo de la contienda. Con sede en Salamanca, su objeto es participar en acciones militares de carácter defensivo. Sin embargo, sus fuerzas están disgregadas por toda la Península.

Antonio Gascón Ricao, en un artículo publicado en la revista Historia y Vida, describe con absoluta precisión los cambios que se produjeron en el cuerpo que dirigía Monasterio a mediados de diciembre de 1937 y cuyo objetivo no era otro que reunir todas las fuerzas con el fin de responder al ataque republicano que se había producido en Teruel: "Franco reunió dichas fuerzas en la denominada 1ª División de Caballería, asignándosele la misión, junto con otras unidades convencionales, de vigilancia sobre el Alto Tajo. La creación de aquella nueva unidad obedeció pues a su prevista actuación encaminada a la protección de los flancos de las columnas que avanzaban sobre el cercado Madrid. Pero el ataque republicano a Teruel, a finales de 1937, varía aquellos planes nacionales, y por ello dicha unidad recibió la orden de traslado a aquel nuevo y distinto teatro de operaciones".

La ofensiva sobre Teruel comienza el 17 de enero de 1938 en la zona comprendida entre Bueña, Singra y Sierra Palomera. Los ejércitos republicano y nacional se enfrentan en violentos combates. Sin embargo, la descoordinación que reina en las filas republicanas hace que los nacionales puedan avanzar hacia el sur de la zona y controlar así el curso del río Alfambra. Desde finales de enero hasta principios de febrero, las fuerzas nacionales se van desplegando en torno al cauce del río y las inmediaciones de Teruel.

Sin embargo, no será hasta el 5 de febrero cuando entre en juego el despliegue de la 1ª División de Caballería, que jugará un importante papel durante las dos jornadas siguientes, como recoge Antonio Gascón: "El día 7 se dio a la Caballería la orden de reconocer el llano existente entre Sierra Palomera y la carretera de Zaragoza. En cumplimiento de la misión, su tercer escuadrón de Numancia se aproximó al pueblo de Singra, en la retaguardia nacional. El resto del Regimiento atravesó la sierra por el túnel de Aguatón y tras reconocer una zona de 10 kilómetros de profundidad, cooperó con cuatro batallones de la 5ª División cogiendo de revés un campo atrincherado enemigo. Con ello no solamente quedaba abierto un amplio corredor para la actuación del resto de la División de Caballería, sino que quedaba suprimido cualquier posible peligro sobre su ala derecha".

Tras una serie de cambios en la alineación de sus filas, Monasterio es consciente de que el avance que ha realizado supone desbordar la resistencia republicana, ya que la Caballería iba directamente hacia su retaguardia, impidiendo de tal manera la vía de retirada prevista por los contrarios. Al día siguiente, en la localidad de Perales de Alfambra, coinciden las tropas de Aranda, las de Yagüe y la de Caballería, en lo que se considera el final de la Batalla del Alfambra. La División de Caballería va a ser la protagonista los días posteriores, ya que sobre ella recae la misión de limpiar la zona recién ocupada.

Tras realizar su trabajo, la División volverá a convertirse en la fuerza de enlace entre las acciones que se producen tanto al norte como al sur del Ebro.

Meses antes, en vísperas de la unificación de Falange con los tradicionalistas, Monasterio es designado jefe de las milicias del partido con el propósito de militarizarlas. Como tal asiste a la unificación en abril de 1937, que le cuesta un proceso sumario a Manuel Hedilla, jefe nacional de Falange hasta la fecha. Dionisio Ridruejo recuerda en su libro Casi unas memorias que acudió entonces a Monasterio solicitando su protección, ante los rumores de que, después de a Hedilla, Franco también pretendía detenerle a él junto a otros compañeros de Falange reticentes respecto a la unificación: "De Valladolid me trasladé a la finca que en las proximidades de Ávila ocupaba el general Monasterio (...). El general me recibió bien y se apresuró a marchar a Salamanca para solucionar mi asunto. Pasé unas largas horas en aquella casa confortable y a la noche estaba ya en Salamanca de nuevo. La orden de detención, si llegó a existir, se había revocado". En octubre de 1937, Monasterio será nombrado -al igual que el propio Ridruejo- consejero nacional de FET y de las JONS.

Tras la Guerra, José Monasterio forma parte del grupo de militares que se plantea la conveniencia de reinstaurar la monarquía en la persona de don Juan. En septiembre de 1943, el general Varela entrega a Franco una carta firmada por varios mandos militares, Monasterio entre ellos, en la que se presentan como "unos compañeros de armas que vienen a exponer su inquietud y preocupación a quien alcanzó con su esfuerzo y por propio mérito el supremo grado en los ejércitos de Tierra, Mar y Aire, ganado en victoriosa y difícil guerra", a lo que añaden: "Quisiéramos que el acierto que entonces nos acompañó no nos abandonara hoy al preguntar con lealtad, respeto y afecto a nuestro Generalísimo, si no estima como nosotros llegado el momento de dotar a España de un régimen estatal, que él como nosotros añora, que refuerce el actual con aportaciones unitarias, tradicionales y prestigiosas inherentes a la forma monárquica". Franco ignorará la proposición. Monasterio, que fallece en 1952, no podrá ver hecha realidad aquella solicitud.

1 comentario:

  1. Sería conveniente el señalar que, aunque integró Falange. él mismo era antifalangista

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