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viernes, 26 de octubre de 2012

Miguel de Unamuno (1864-1936)

Muere la conciencia doliente y contradictoria de la España del primer tercio de siglo. Tras su enfrentamiento con Millán Astray, evidenció sus diferencias con el bando al que en un principio prestó apoyo

"No sé cómo se hará [...], pero que ha de hacerse, que necesita España, para su regeneración, que tal guerra se haga. [...] Bien venida sea, pues, la guerra civil, en una u otra forma, si con ella nos libertamos, aunque sólo sea por algún tiempo...". Miguel de Unamuno escribe estas líneas en el número 23 de la revista Alma Española, publicado el 30 de abril de 1904. Faltan más de 30 años para el estallido de la Guerra Civil y unos meses más para su muerte, ocurrida el 31 de diciembre de 1936. Los últimos meses de la vida de Miguel Unamuno están determinados por el conflicto bélico que dividió a España, ese enfrentamiento que el escritor vasco ya intuye tres décadas atrás. Sus palabras a finales de 1936 ya no presentan ese anhelo del escrito expuesto anteriormente y desvelan la fuerte vivencia que tuvo en sus últimos días: "Me iban horrorizando los caracteres que tomaba esta tremenda guerra civil sin cuartel debida a una verdadera enfermedad mental colectiva, a una epidemia de locura".

Unamuno apoya el levantamiento militar en los primeros compases del conflicto. Se cree las palabras iniciales de los rebeldes de querer restaurar el orden republicano. Azaña, desde el Gobierno de Madrid, procede a destituirle del cargo de rector honorífico de la Universidad de Salamanca. Pero poco más tarde, los nacionales le restituyen en el puesto. El 12 de octubre del 36 tiene lugar el famoso incidente con el general Millán Astray en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca. Unamuno le corta el uso de la palabra y le reprocha su intervención, en la que había utilizado proclamas como "¡Viva la muerte!" y había criticado con vehemencia a los nacionalismos vasco y catalán.

Al día siguiente, Unamuno es puesto bajo arresto domiciliario en su casa salmantina, de donde ya no saldrá hasta el día de su fallecimiento. En este periodo que no llega a tres meses, el pensador recibe visitas, se entrevista con personas y escribe poemas, cartas y manifiestos. Son estos escritos los que revelan la evolución del intelectual en las postrimerías de su vida. Así concluía un manifiesto redactado en un momento sin determinar entre el 23 de octubre y el 21 de noviembre, donde el escritor ya presiente el verdadero rostro de los sublevados: "Triste cosa sería que al bárbaro, anticivil e inhumano régimen bolchevístico se quisiera sustituir con un bárbaro, anticivil e inhumano régimen de servidumbre totalitaria. Ni lo uno ni lo otro, que en el fondo son lo mismo".

Tres días antes de su muerte ha escrito su último soneto. Los primeros versos dicen así: "Morir soñando, sí, mas si se sueña / morir, la muerte es sueño; una ventana / hacia el vacío; no soñar; nirvana; / del tiempo al fin la eternidad se adueña". Sintiéndose engañado, excluido y probablemente envuelto en confusión, Miguel de Unamuno encuentra la muerte, su vieja conocida, sobre la que tanto había estudiado y reflexionado, en la mesa camilla donde solía trabajar. "Raras veces se ha vivido el problema de la muerte con la vehemente intensidad con que lo vivió Unamuno", escribe Juan López-Morillas en el prólogo de una obra de Julián Marías sobre el filósofo bilbaíno. Era la Nochevieja del año 1936.

Desde Buenos Aires, Ortega y Gasset escribe: "En esta primera noche de 1937, cuando termina el que ha sido para España el año terrible -este año de purificación, año de cauterio-, me telefonean desde las oficinas de La Nación, en París, que Unamuno ha muerto. Ignoro todavía cuáles sean los datos médicos de su acabamiento; pero, sean los que fueren, estoy seguro de que ha muerto de 'mal de España'. [...] Ha hecho bien. Su trayectoria estaba cumplida. Han muerto en estos meses tantos compatriotas en España que los supervivientes sentimos como una extraña vergüenza de no habernos muerto también". Antonio Machado, desde Valencia, donde ha llegado siguiendo al Gobierno de la República, escribe: "Señalemos hoy que Unamuno ha muerto repentinamente, como el que muere en guerra. ¿Contra quién? Quizás contra sí mismo; acaso también, aunque muchos no lo crean, contra los hombres que han vendido a España y traicionado a su pueblo. ¿Contra el pueblo mismo? No lo creeré nunca ni lo creeré jamás".

Miguel de Unamuno y Jugo nace en Bilbao el 29 de septiembre de 1864. Crece en el seno de una familia de clase media acomodada. A los seis años muere su padre, y Miguel queda al cuidado de su abuela y su madre. De la primera dirá que recibe el coraje de la vida civil, y de la segunda su religiosidad. Dos de sus hermanas mueren a una edad temprana. Desde niño es un lector entusiasta y pronto accede a las obras de los grandes filósofos, que forjan su pensamiento y su espíritu. Su infancia en Bilbao también estará marcada por la segunda guerra carlista, experiencia que refleja en su primera novela, Paz en la guerra, donde también da muestras de sus incipientes crisis de fe.

En 1880 se traslada a Madrid para estudiar Filosofía y Letras. Austero en sus relaciones, se concentra en sus estudios licenciándose a los 19 años, en 1884. En este periodo sufre su primera crisis religiosa, anuncio de otra más acusada en 1897. Regresa a Bilbao y en 1891 se casa con Concha Lizárraga, su amor desde la infancia. Ese mismo año obtiene la cátedra de Griego de la Universidad de Salamanca, ciudad en la que vivirá el resto de sus días (salvo el tiempo que permaneció exiliado entre 1924 y 1930). En 1896, su hijo Raimundo cae gravemente enfermo, lo que causará su muerte en 1902.

1897, el año de su crisis de fe, es un año fundamental en la vida de Miguel de Unamuno. El escritor explica aquel episodio como una descarga fulminante que le hirió en una hermosa noche. Al día siguiente, ingresa en el convento de frailes dominicos de Salamanca, donde pasa tres jornadas. Como reflejan las cartas que le envía en esa época a Leopoldo Alas, Clarín, Unamuno lucha por recobrar la fe perdida practicando hasta las devociones más rutinarias, a la vez que se sumerge en la lectura de abundantes textos religiosos. A partir de entonces, la vida del escritor se convierte en una batalla entre la fe y la razón, la lucha y la duda, la búsqueda de la inmortalidad. En el ensayo Mi religión, escrito en 1907, Unamuno escribe: "Confieso sinceramente que las supuestas pruebas racionales -la ontológica, la cosmológica, la ética, etc., etc.- de la existencia de Dios no me demuestran nada; que cuantas razones se quieren dar de que existe un Dios me parecen razones basadas en paralogismos y peticiones de principio". Pero con la crisis de fe llegan los frutos: sus escritos. De su primera etapa destacan obras como En torno al casticismo (1895), Amor y pedagogía (1902), Vida de don Quijote y Sancho (1905), Poesías (1907), Recuerdos de niñez y mocedad (1908) y Mi religión y otros ensayos (1910). Unamuno abarca muchos géneros -teatro, narrativa, poesía, ensayo- y en todos ellos plasma sus luchas internas, su fuerte esplritualismo y su contradictoria religiosidad. Su literatura está atravesada por un grito -a veces agónico- de búsqueda de sentido a la existencia humana. En el ensayo mencionado anteriormente, Unamuno confiesa: "Mi religión es buscar la verdad en la vida y la vida en la verdad, aun a sabiendas de que no he de encontrarlas mientras viva; mi religión es luchar incesante e incansablemente con el misterio; mi religión es luchar con Dios desde el romper del alba hasta el caer de la noche, como dicen que con Él luchó Jacob [...]. Y en todo caso quiero trepar a lo inaccesible".

Quizás la obra que mejor refleje el tempestuoso mundo interior de Unamuno sea Del sentimiento trágico de la vida, una colección de ensayos recopilada en 1913. En ella, Unamuno desentraña un pensamiento filosófico que siempre estuvo presente en su obra, pero que nunca llegó a sistematizar de manera convencional.

Unamuno es nombrado rector de la Universidad de Salamanca en 1901, lo que acrecienta su interés por el magisterio intelectual y le involucra cada vez más en la actualidad política. Su talante político era afín al socialismo, partido del que se había dado de baja en 1897 por su cada vez más enconado espiritualismo. Con la llegada de la Primera Guerra Mundial, se posiciona firmemente a favor de los aliados a través de artículos, conferencias y mítines. Estas actividades provocan que el ministro de Instrucción Pública lo destituya de su puesto de rector en 1914. Sus escritos polarizan a la opinión pública, tanto que en 1917 escribe: "Tengo la convicción de influir en la política (...) española más que la inmensa mayoría de diputados y senadores". Poco después es procesado por un artículo contra Alfonso XIII y llega a ser condenado a 16 años de prisión por injurias al Rey, pero obtuvo con rapidez el indulto.

Es en estos años donde se concentra la labor novelística de un Unamuno que rompe con la tradición realista heredera de los hombres del 98. Amor y pedagogía ya había levantado críticas en las que ni siquiera se consideraba una novela. Y es que en este libro, como en los posteriores, el escritor plantea conflictos que atañen a los protagonistas, pero que en realidad expresan sus inquietudes vitales. Por estos motivos, calificará sus siguientes relatos de nivolas, narraciones focalizadas en las vivencias interiores de los protagonistas. En este grupo está un clásico como Niebla (1914), en el que Unamuno reflexiona sobre la libertad individual a partir de la intervención del propio escritor en la trama de la novela. Son libros en los que la novela cumple función de ensayo, ya que le sirven para abordar cuestiones como la creación literaria. Abel Sánchez (1917), Tres novelas ejemplares y un prólogo (1920) y La tía Tula (1921) son otros ejemplos de su fascinante capacidad para manejar el género narrativo.

Su producción poética también vive un verdadero auge en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial. Su título lírico más destacado es El Cristo de Velázquez (1921), en el que se percibe la influencia del místico del siglo XVI español, San Juan de la Cruz, así como de Fray Luís de León. Además, en años posteriores publica Rimas de dentro (1923) y Teresa (1924). Muchos años después de su muerte, en 1953, se editó Cancionero, que recoge memorias intimas escritas entre 1928 y 1936 en clave de diario poético. Por otra parte, sus obras de teatro se caracterizan por la sobriedad y la carencia de adornos. Sus títulos más destacados en este género son Fedra (1910), Sombras de sueño (1913), El otro (1920) y Medea (1933).

Unamuno recupera el cargo de rector en 1921 gracias a la ayuda de sus compañeros, pero la llegada de la dictadura de Primo de Rivera provoca un descontento aún mayor en Unamuno. La preocupación por España es uno de los temas más recurrentes en la obra de un escritor que se sentía profundamente español y vasco. En torno al tema de España giran libros como Por tierras de España y Portugal (1911) y las poesías de Andanzas y visiones españolas (1922).

Unamuno se enfrenta decididamente al dictador, que lo destierra a Fuerteventura en 1924. De allí escapa a París oculto en un barco, experiencia de donde procede el título del poemario De Fuerteventura a París (1925). Su exilio se salda con más obras: Romance del destierro (1927) y dos textos de gran importancia en su carrera publicados primero en francés: La agonía del cristianismo y Cómo se hace una novela. De París se traslada a Hendaya, en el País Vasco francés, donde espera la caída de Primo de Rivera hasta 1930.

Un año después publica la que se considera la mejor de sus novelas, San Manuel Bueno, mártir, donde recupera sus obsesiones espirituales y religiosas.

En 1931 vuelve a ocupar el rectorado de la Universidad de Salamanca. Es elegido diputado independiente por la candidatura de la Conjunción republicana, pero pronto se desengaña del nuevo orden político. En 1934 muere su mujer Concha. Ese mismo año decide jubilarse de la actividad docente, recibe el doctorado honoris causa por la Universidad de Oxford y es nombrado rector vitalicio de Salamanca. En 1935, unos meses antes de la Guerra, es nombrado ciudadano de honor de la República.

Noticias:

. Ha muerto Unamuno (Pensamiento alavés 2/1/1937)

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