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jueves, 27 de septiembre de 2012

Nicolás Franco (1891-1977)

Controvertida figura de la familia Franco, rápidamente se revela como un auténtico estratega desarrollando un papel clave en los decisivos primeros pasos de la andadura del Caudillo

Es curiosa la poca notoriedad del hermano mayor de Franco, Nicolás, protagonista de turbios escándalos de corrupción durante el franquismo y capaz de convencer a su hermano en plena Guerra Civil para que pusiera el laboratorio de química de la Universidad de Salamanca al servicio de un alquimista llamado Savapoldi Hammaralt, quien se había ofrecido a producir todo el oro que Franco necesitase para resultar victorioso.

En el verano del 36, Nicolás Franco es el primero en percatarse de las posibilidades que tiene su hermano Francisco de abrirse paso hasta la cumbre del poder civil, además de alcanzar la jefatura militar. Cuando los agentes de Hitler comunican a Franco el deseo de Berlín de que se proclame jefe de la España nacional, el general responde evasivo que su misión es exclusivamente militar y que su único objetivo es alcanzar la victoria final. Queda en manos de Nicolás Franco la misión de convencer, primero a su hermano Francisco y luego a los generales reunidos en Salamanca, de la conveniencia de unificar poder militar y civil en una sola persona. De allí sale la proclamación de Generalísimo y Caudillo. El general Kindelán, al hablar de la actuación de Nicolás, hace una referencia directa a Luden Bonaparte, hermano pequeño y factor principal en el ascenso de Napoleón. Nicolás Franco y Kindelán preparan el borrador del decreto cuyo texto se sometería a los generales para su aprobación. En su artículo tercero afirma: “La jerarquía de Generalísimo llevará anexa la función de jefe de Estado, mientras dure la guerra, dependiendo del mismo, como tal, todas las actividades nacionales: políticas, económicas, sociales, culturales, etcétera”. Este punto disgusta especialmente a los generales por entender que se trata de un ataque indirecto a las facultades que viene ejerciendo la Junta de Burgos. Para terminar de convencerles, Nicolás Franco pone en conocimiento de los reunidos que la nueva ayuda que se espera de Alemania depende del doble nombramiento de Franco como Generalísimo y jefe de Estado, ya que Hitler sólo quiere tratar con un general que represente a todos y se haga plenamente responsable de los compromisos que se contraigan con Berlín. Y ese hombre no puede ser otro que Francisco Franco. Durante los 18 primeros meses de Guerra Civil, su hermano actúa prácticamente como pri¬mer ministro del Generalísimo al frente de la Secretaría General de la Junta Técnica de Estado.

Gracias a su relación con Franco, y en un despacho contiguo al de su hermano, rápidamente acumula un enorme poder. Nicolás Franco, que en sus gustos y apetitos se parece mucho más a su padre que a su hermano, es un vividor reconocido por todos, cuyo estilo de vida bohemio y caótico es la desesperación de quienes tienen que despachar con él. Se levantaba a la una del mediodía y recibía visitas hasta las tres de la tarde, hora en la que desaparecía, para comer, hasta las siete. Reaparecía alrededor de la media noche y entonces trabajaba hasta las cuatro o las cinco de la madrugada, a menudo haciendo esperar durante siete u ocho horas a quienes acudían a visitarle. Hábitos que desquician especialmente a los alemanes. Tampoco cuenta con el aprecio de su cuñada Carmen Polo, que estuvo encantada de verle sustituido a principios de 1937 por Ramón Serrano Suñer, marido de su hermana.

Nicolás Franco, nace en Ferrol en 1891, es el mayor de los cuatro hermanos (Nicolás, Francisco, Pilar y Ramón), cuando al padre del dictador le preguntaban por su hijo siempre hablaba de Nicolás. Sólo cuando le presionaban hablaba de Francisco, al que llamaba “mi otro hijo”. Ingresa en la Escuela Naval Militar y en la Escuela de Ingenieros Navales obteniendo los títulos de oficial de la Armada y doctor Ingeniero naval. Durante la Segunda República ocupa los cargos de director de la Escuela Superior de Ingenieros Navales (1932-1934) y el de director general de la Marina Mercante en 1935. Como gran figura del régimen franquista, Nicolás Franco se pasea por Alemania e Italia. En septiembre de 1937 asiste al espectacular congreso nazi que se celebra en Nuremberg. Allí es presentado a Hitler y tiene oportunidad de conocer a todos los personajes principales del Reich. También viaja a Roma para suavizar las relaciones con Mussolini y garantizar su apoyo. Esta labor diplomática tiene su recompensa con el nombramiento de embajador en Lisboa en 1938, donde permanece 20 años. Desde Portugal defiende la imagen exterior del régimen tras la Segunda Guerra Mundial. En el English Bar de Estoril se reúne frecuentemente con don Juan de Borbón. A los que muestran su extrañeza por la camaradería que existe entre ambos personajes, Nicolás Franco replica con insolente ironía: “Me reúno con él por dos razones: la primera porque me gusta beber whisky y, la segunda, para evitar que otros lo hagan con miras conspiratorias”.

Si en Salamanca le falla la fórmula alquimista para fabricar oro -el químico hindú desaparece sin dejar pista tras saberse que ha sido expulsado de Alemania bajo sospecha de ser agente del Intelligence Service -en Lisboa pone en práctica el sistema de hacerse rico a base de prestar su nombre y apoyo en distintas empresas. Relacionado con negocios cuestionables en los que utiliza sus influencias, la suerte no le acompaña siempre en el campo comercial y sólo el afecto y la intervención de su poderoso hermano le ahorra tener que responder ante la Justicia por las responsabilidades contraídas.

El primo carnal del Caudillo, el teniente general Francisco Franco Salgado, escribe en octubre de 1954: “Creo firmemente que el marqués de Huétor, por razón de su cargo, no debió intervenir en asuntos comerciales, y lo mismo ocurre con Nicolás, el hermano de S.E., pues hacen con ello mucho daño al régimen, ya que para la opinión pública lo hacen aprovechándose de su influencia oficial. Para colmo son dos señores que están en una posición de lo más espléndida y no necesitan aumentarla a costa de su buen nom¬bre y situación”. Sus actividades van desde la simple venta de cartas de recomendación para los ministerios hasta la provechosa participación en compañías con vínculos oficiales. Empresario influyente, capaz de responder a una letra impagada diciendo que “al hermano del Caudillo no se le molesta por 4.800.000 miserables pesetas”, preside hasta siete grandes corporaciones.

Nicolás Franco asiste a los dos grandes acontecimientos que significaron el ocaso de la familia Franco: la muerte del Generalísimo y la transición del franquismo a una Monarquía democrática. Muere en Madrid en 1977 y recibe sepultura en el cementerio de la Almudena.

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